
Jonathan E.
Confesión a una piedra indiferente
Prematuro corazón puesto en cautiverio,
Auto privado de andante libertad
Aprisionado en barrotes carnosos contraídos bajo el infame destino
Corazón soliviantado como angustioso animal confinado
Por consiguiente;
Catorce años tomando miradas de las cuales fabricaba veneno
Apartándose, automarginándose
Endulzando su propio destierro en hostigoso silencio
Producto de mi temeroso infante negado a crecer
Pues indirectamente la culpa la he hecho tan mía como le sentí alguna vez
Alguna vez digo porque tarde creo ya es
Y en silencio de hojas de otoño
El viento susurra a mi lado
Y yo frente a ti, pero tú en eternidades frente a mí
Nadie sabe donde estas
Nadie sabe si volverás
Ni la vida en verdosa textura que crece frente a ti, sabe de ti
Terriblemente aquí no estas
Sin embargo aquí estoy frente a ti
Pero tú en eternidades frente a mí
Aquí estoy consolando mi corazón,
Meciéndolo en la mas hermosa mentira con sus cabellos de ilusión
Más en lo profundo de mí
En esa no-alma, en las profundidades eternas, tal cual vacío abismal
Que siquiera en milenios ha de ser llenado
Donde las paredes son la esencia del yo
Ahí existe un pequeño “perico, un flacucho perico”
Un niño que a ratos solo pide una roñosa manta para cubrirse en la inmensidad de la penumbra
Un niño que clama por un embalsamado engaño en forma de vela llameante y candente
Para Tan solo que ilumine su estancia inmortal eterna y cíclica
Aun frente a ti, y tu en eternidades frente a mi
Aun sigo aquí, sin embargo no estas aquí